Al comprar una vivienda, procura no destinar más del 30% de tus ingresos brutos a los gastos de vivienda, incluyendo hipoteca, impuestos a la propiedad y seguro. Esta regla ayuda a mantener la asequibilidad. Por ejemplo, con un salario anual de $90,000, los gastos mensuales de vivienda no deberían superar los $2,250. Los cálculos de asequibilidad para una vivienda promedio consideran tasas hipotecarias, impuestos y seguro, pero excluyen el seguro hipotecario privado, que se aplica si el pago inicial es menor al 20%.
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